Ninguno de estos factores han sido objeto de predicamento en nuestro país en los últimos años. Más bien al contrario. Frente a la unidad, el provincialismo de las nacionalidades; ante la fuerza expansiva de nuestro idioma, el apartheid lingüístico dentro de las propias fronteras; contra el orgullo de lo que hemos construido entre todos, fruto de una transición a la democracia ejemplar, la reapertura de las fosas de la Guerra Civil simplemente para recordarnos el día en que los españoles se mataban los unos a los otros. Y, pese a esta antología del disparate, ¿quieren que les diga una cosa? En efecto, podemos. ¿Cómo no vamos a poder? Hemos caído 50 veces y otras tantas como pueblo nos hemos levantado. Saldremos adelante. Y no por la vía del recetario, sino de la convicción. Se ha terminado el tiempo de los juegos florales en la política, como dentro de poco van a descubrir nuestros legisladores. No es momento del oportunismo o de la exclusión, sino del trabajo colectivo y de la integración. España necesita una nueva Generación Cuéntame, ese grupo demográfico que cuidó a sus padres a la vez que buscó lo mejor para sus hijos e hizo de la clase media el escalón más poblado de la pirámide social en nuestra nación. Frente a ella, llevamos mucho andado. Nos queda únicamente el convencimiento de que podemos y debemos salir adelante, recordar aquello que nos ha hecho fuertes a lo largo de la Historia y ponernos en camino. Cada uno tenemos nuestra parcela de responsabilidad para hacer del cambio una realidad. Usted la suya y yo la mía. Ya saben, la esperanza es lo último que se pierde. Pues eso. Buena semana a todos.
"lunes, 10 de noviembre de 2008
Diferencias entre España y EEUU
Muy acertado McCoy en su comentario de hoy en el confidencial, especialmente lo de la "generación cuentame", que me ha llegado....
"Decía Jordi Sevilla en su artículo semanal en El Mundo que nosotros, como nación, también podemos. Yes, we can. No puedo estar más de acuerdo. Sin embargo, discrepo con él en que lo que necesita España sea un conjunto de recetas de mayor o menor calado económico o social como las desarrolladas en su pieza. No es eso lo que Obama proponía el mismo martes ante la multitud expectante. La esperanza no es fruto de la caridad, de la acción, que es sólo un medio para alcanzarla, sino de una decisión primigenia, de la creencia firme en que merece la pena andar ese camino, de los postulados de la fe. Incluso la propia Iglesia lo ha vivido en sus carnes: cuando la actividad eclesial se ha separado de su verdadera fuente, lo único a lo que ha conducido es al olvido de la vida eterna como destino último del hombre. El altruismo que no trasciende se agota en sí mismo. Pues bien, en el caso del candidato demócrata, llevaba mucho ganado de partida. Conceptos como unidad, patria o sentido de pertenencia son intrínsecos al ser norteamericano. A ninguno de sus ciudadanos les cabe duda alguna de que la unidad les hace fuertes, la nación está por encima de los individuos, su contribución individual es capaz de generar cambios a nivel planetario. Están orgullosos de su Historia y miran desafiantes al futuro. Yes, we can. Su corazón estaba preparado para acoger el mensaje.
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