Yo creo que el problema no es de la sociedad, ni de los homosexuales. El problema es la Iglesia que no tiene experiencia de vivir en espacios democráticos. Primero, ella no es una democracia, es la única monarquía absolutista monosexual, sólo de hombres, en el mundo. Y se compagina muy bien con las dictaduras militares porque tienen una connaturalidad de estructuras. La Iglesia tiene que aprender a vivir en un espacio democrático donde hay muchas opiniones, respetarlas. Ella tiene derecho a tener la suya, pero tiene el deber de escuchar a los demás. Y si una sociedad ha decidido eso, tienen que acoger esto. Un cristiano posiblemente no va a entenderlo como matrimonio, pero como una unión que garantice los derechos que les da un estatuto de legalidad, de ciudadanía, eso lo tiene que apoyar, independientemente del juicio moral que hace sobre esto. Y la Iglesia no ha aprendido hasta hoy, porque nunca aceptó estructuras democráticas hacia adentro; y en la sociedad lo aceptó en la medida que mantiene la hegemonía moral, puede tener sus espacios, sus colegios, sus universidades católicas, pero en el momento que hay un conflicto cualquiera, se opone absolutamente y se hace antidemocrática. Ahí está el problema.
En el ámbito interno de la Iglesia usted sufrió la persecución. ¿Por qué cree que el Vaticano le tiene tanto miedo a la propuesta que plantean desde la Teología de la Liberación?
Cuando hablo de Iglesia no hablo de la comunidad cristiana que es muy amplia, hablo de la Iglesia como institución de poder, de la jerarquía. Esa jerarquía históricamente, como es un poder, se ha articulado con otros poderes y nunca ha hecho una alianza con los sin poder. La Teología de la Liberación parte de los ceros económicos, de los pobres explotados, para los cuales la Iglesia ha tenido una presencia de acomodación, de resignación y nunca los ha ayudado a descubrir que esa pobreza es perversa, no es natural ni querida por Dios, es producida por procesos económicos y políticos de explotación. Entonces ahí la Iglesia se siente perdida, porque la relación con el pobre es solamente caritativa existencialista, manteniendo al pobre dependiente. La visión de la liberación es: el pobre tiene fuerza histórica, sabe pensar, puede organizarse, puede ayudar a cambiar la sociedad, la Iglesia y los cristianos pueden ser aliados. No que la Iglesia va a liberar al pobre mágicamente, pero la Iglesia tiene poder social y político, tiene infraestructura, puede ofrecer las parroquias para que se reúnan y cosas así. Pero la Iglesia tiene miedo de ellos, porque ellos quieren cambios en la sociedad y quieren cambios también en la Iglesia, porque quieren participar, opinar juntos, y no ser tratados de manera infantil como son tratados.
¿Qué opinión tiene de Benedicto XVI?
Yo creo que es un Papa conservador y en ciertos puntos reaccionario, que intenta demoler todas las conquistas del Concilio Vaticano Segundo. El proyecto de él es construir la Iglesia fuerte hacia adentro, apartada del mundo, porque tiene una lectura negativa del mundo y de toda la modernidad. Ve la modernidad como decadencia, como relativismo de la gran síntesis medieval. Hay que rescatar los elementos buenos de la modernidad, la modernidad nos ha dado los derechos humanos, dignidad de las personas, nos ha dado desarrollo tecnológico, científico. Hay elementos positivos, pero ellos condenan masivamente. Además, piensa que la salvación pasa solamente por la Iglesia y subraya mucho esa visión arrogante que fuera de la Iglesia no hay salvación, que las demás Iglesias no son Iglesias. Es un Papa que sigue siendo profesor, nunca consiguió ser pastor.
"Entrevistas - 17/08/2010 7:57 - Autor: Matías Bengolea - Fuente: Día a día